Género, raza y clase social, principales motivos de discriminación

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Las estructuras fundacionales de dominación continúan privilegiando al hombre blanco de clase alta por encima del resto de las personas; el resto debe remar contracorriente.

Hugo Sánchez Ramírez, indígena mazahua, estuvo encarcelado por cinco años por crímenes que no cometió. Rosalba, su madre, denunció que “ser mazahua o humilde es ser persona sospechosa”. El año pasado, la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) determinó que las detenciones por sospecha son actos de discriminación.

Como él, millones de personas son estigmatizadas y despojadas de sus derechos por pertenecer a grupos sociales sistemáticamente vulnerados. De ahí la necesidad de visibilizar todo acto discriminatorio: para transformar es necesario reconocer y nombrar. En aras de esta reflexión, la IBERO Puebla a través de la Licenciatura en Derecho exploró algunos escenarios donde el trato perjudicial diferenciado es la norma.

Los roles de género tienen un impacto bastante visible en el deporte. En México hay muchos prejuicios en torno al rugby porque engloba características que tradicionalmente se les adjudican a los hombres, como la fortaleza, la valentía y el atrevimiento. Para la jugadora y entrenadora Michelle Farah, el juego inglés va más allá: “encontré no solo un deporte que me apasiona, sino a una familia. Como soy dentro de la cancha soy en la vida”.

Al igual que los estereotipos de género, uno de los grandes problemas de la industria publicitaria radica en la representación de diferentes grupos sociales: “Siempre se habla de la clase baja como grotesca, mientras que las clases media y alta es pulcra”, observó Tenoch Huerta.

Se trata, denunció el actor, de una discriminación racista sistemática que fue constituida desde hace 500 años por parte de los grupos conquistadores europeos. El capital generado en este continente consolidóla idiosincrasia cuya cúspide se encuentra en lo caucásico, lo cual se ve reflejado en la cultura, la comunicación y las sociedades académicas; todo ello redondeado por la estructura patriarcal.

Este último orden ha encontrado una oposición fortalecida por la efervescencia de diversos movimientos feministas, misma que tuvo uno de sus epítomes en la marcha del pasado 8 de marzo y el paro nacional del día siguiente. En estos actos han surgido consignas y cánticos que han sido retomados por los grupos afines como una respuesta contundente contra la discriminación misógina.

“Los motivos que nos sacaron a las calles de manera masiva siguen ahí. La pandemia visibilizó esta desigualdad que prevalece por razones de género”, recordó la periodista Olivia Zerón. En el contexto covídico se ha constatado que el ámbito doméstico es uno de los principales escenarios de violencia, el cual no ha resonado adecuadamente desde las esferas gubernamentales.

Como atmósfera laboral, el espectro mediático no está exento de estas violencias en sus múltiples gradientes. Al inicio de su carrera, la informadora experimentó tratos desiguales debido a su género y la desacreditación de sus aportaciones profesionales. Del mismo modo, a lo largo de los años ha recibido comentarios no solicitados sobre su vida privada.

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“Sí hay gente que ha salido adelante echándole ganas, pero son una minoría. Un ejemplo lo hacemos grande para que todo el mundo piensa que sí se puede. Pensar que esos ejemplos son la norma es un error”: Tenoch Huerta.

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El tratamiento que se hace de las mujeres en los medios de comunicación es un reflejo de lo que ocurre afuera y, al mismo tiempo, configura la percepción sobre los temas de agenda feminista. Para informar con perspectiva de género es necesario recordar que las mujeres constituyen a la mitad de la humanidad, por lo que sus historias deben ser representadas de manera equitativa y consciente.

A su vez, es necesario que haya más mujeres haciendo periodismo y en posiciones de poder, lo que contribuirá a que su rol no se vea relegado a espacios informativos históricamente feminizados. “Todos los asuntos de la vida pública impactan de manera diferenciada a hombres y a mujeres; eso debe verse reflejado en los medios”, reflexionó Zerón.

Esta diversificación de voces también permitirá combatir la profunda desinformación que rodea al deporte femenil. De manera particular, el rugby ha sufrido estigmatizaciones debido a su naturaleza de alto impacto físico, lo cual ha alejado a niñas y mujeres de su práctica. Por ello, Michelle Farah se ha encargado de fomentar este deporte como una actividad de formación integral.

En el ámbito profesional, la falta de cultura deportiva con perspectiva de género deviene en que las mujeres no gocen de las mismas condiciones publicitarias y económicas que los hombres. Además, las representantes de los seleccionados nacionales han recibido comentarios que las orillan a sexualizar su imagen para rentabilizar el espectáculo del deporte femenil.

Todas las discriminaciones vienen acompañadas por un discurso que las avalen. El echaleganismo sirve para justificar el status quo, pues refuerza la idea de que todas las personas pueden lograr lo que quieran, sin tomar en cuenta las condiciones sociales, económicas y políticas que favorecen a una minoría. Esta narrativa, explicó Tenoch Huerta, se utiliza para legitimar la posición privilegiada de las clases altas.

Dicha idiosincrasia está presente en todas las formas de discriminación y contribuye a ampliar las desigualdades sociales. Las brechas raciales en México son fundacionales, pues el poder político y económico quedaron distribuidos por las normativas colonialistas. Como concluyeron los ponentes, es la acción colectiva la que ha impulsado la denuncia y erradicación paulatina de estas políticas de dominación.

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