Veredicto

Esta edición no es para nada basada en lo que siempre redacto como temas políticos, sociales, etc. En esta ocasión, es un tema de índole personal, pero que estoy segura, muchos se identificarán conmigo
En el trayecto de mi vida, he sentido miedo y algo o alguien indescriptible en tres ocasiones y las tres van ligadas a la vida y a la muerte; la primera fue en el nacimiento de mi única hija, la segunda en la muerte de mi padre y la tercera en el trasplante renal de mi hermano.
Jesús (mi hermano), esperó dos años y medio para esta cirugía, dos semanas antes cuando acudí a recibir la documentación para su protocolo y al enterarme de la fecha en que se realizaría la intervención, empecé a llorar; mi papá hubiese cumplido 65 años este martes 13, fecha en la que casualmente mi hermano volvió a nacer.
En esos dos años y medio de larga espera, conocimos muchas personas con insuficiencia renal, todas historias diferentes, con algo de dolor, tristeza, enojo, resignación, pero también con esperanza, con ilusión de recuperar la salud y la vida en sí.
Comprendí la precariedad de nuestro sistema de salud, pero también comprobé que no todo el personal médico es igual. En esta larga y pesada travesía conocí la vida real de los enfermos renales, de los que se mueren esperando un órgano o el medicamento en su dependencia de atención médica, y mientras algunas camas se vacían, inmediatamente se vuelven a llenar con más historias, a las que en el pasado nunca hubiera puesto atención, sinceramente ni me hubiera importado.
Hoy quiero hacer el agradecimiento más grande que haya hecho en toda mi vida. Te agradezco a ti Danny por tener el valor que quizá a mi me faltó para donar uno de tus riñones desinteresadamente, la vida no me va a alcanzar para terminar de agradecerte lo que ni todo el dinero del mundo puede comprar que es la vida.
Agradezco también a todo el personal médico que en su noble labor, se convierten en parte de nuestra vida; gracias a enfermeros, médicos y personal en general del Hospital de Especialidades del IMSS (San José) y de Cruz Roja por todo su apoyo, en especial al equipo de trasplantes y urología, así como al de nefrología, Dios bendiga siempre sus manos y conocimientos para que les permita seguir salvando vidas, como salvaron las nuestras.
Fueron más de ocho angustiantes horas de espera afuera del quirófano, probablemente las más largas de nuestra vida como familia, pero valió la pena cada segundo, cada lagrima, cada oración, porque al menos a mí, me deja lecciones muy duras, pero al mismo tiempo muy valiosas.
Jesús, cuando leas estas líneas quiero que sepas que te amo con todo el corazón, bienvenido a la vida, el mundo es tuyo.
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